miércoles, 21 de noviembre de 2018

El Collar IV

La luz del medio día entraba por una rendija de la ventana cuando abrió los ojos, no reconocía el lugar, pero sabía que no era su habitación.  
  
La cabeza le dolía, parecía a punto de estallar. Se incorporó lentamente frotándose los ojos y miró alrededor, contemplando un desorden tal que parecía fruto de una batalla campal.  
  
Entonces les vio. 
  
Dos cuerpos desnudos, tumbados y dormidos en distintos lugares de la sala. Se dio cuenta entonces de que ella estaba completamente desnuda también. Intentó recordar los sucesos de la noche anterior, pero le dolía demasiado la cabeza, recordaba que había salido de cena con Marcos y poco después todo se volvía borroso. 
  
Se puso nerviosa, no quería estar allí, quería irse inmediatamente antes de que despertaran. Comenzó a buscar su ropa por toda la sala y se volvió loca buscando su ropa interior. 
  
(¿Dónde coño están mis bragas? ¡No puedo salir así!) 
  
Suficiente reparo le daba ir con ese minúsculo vestido que no dejaba nada a la imaginación, como para encima no llevar bragas...  
  
Mientras rebuscaba bajo los cojines una imagen acudió a su cabeza: Se encontraba en una discoteca, un pub o algo así, estaba hablando con varios tipos y, con un movimiento fluido y natural, se quitó el tanga que llevaba y se lo tendió alegremente a uno de los tipos. 
  
(¿Q-Qué? - se llevó la mano a la frente, la cabeza le dolía cada vez más - Esa... ¿Esa era yo?) 
  
Fue una pregunta retórica, porque sabía perfectamente que sí. No recordaba nada de la noche anterior, pero SABÍA de alguna manera que eso era un recuerdo de algo sucedido ayer. 
  
No quiso entretenerse más, no quería que sus acompañantes se despertaran, así que tendría que salir así... Apretó los puños y salió descalza para no hacer ruido. 
  
Mientras esperaba impaciente en la calle a que apareciera algún taxi, no podía evitar pensar que parecía una prostituta. Y no debía ser la única que lo pensase, porque varios taxis pasaron de largo al ver las pintas que tenía... Aunque, cuando un taxi paró, casi se arrepintió de ello: El conductor no paraba de lanzar miradas hacia ella, e incluso colocó el retrovisor para verla mejor. 
  
Para su desgracia, ni al sentarse ni al levantarse del asiento trasero fue capaz de evitar que el chofer tuviese una perfecta visión de su expuesto coño, pero intentó que esa exhibición involuntaria durase lo menos posible, pagó apresuradamente sin esperar las vueltas, y salió corriendo a su portal. 
  
Una vez dentro de él se paró a respirar, al menos ya se sentía en una zona "segura". Mientras subía en el ascensor pudo contemplar su reflejo en el espejo. 
  
(¿Cuándo se va a acabar esta pesadilla?)  
  
Pensó, pasándose la mano por el maquillaje corrido del día anterior. 
  
Entró en su casa y se dirigió directa a su cuarto, se dispuso a abrir la puerta y... 
  
- ¡A quién tenemos aquí! - Exclamó Miguel saliendo apresuradamente de su cuarto al oírla entrar - ¿Tanto has cambiado que ahora pasas la noche fuera de casa? 
  
- Miguel... no estoy para... 
  
- ¡Y vaya noche ha debido de ser! - la interrumpió el hombre, girándole la cara ligeramente para contemplar el estropicio de maquillaje que llevaba. No se le pasó las manchas de carmín que tenía en el cuello - Parece que la nueva Belén sabe divertirse mejor que la antigua, ¿Eh? 
  
- ¡D-déjame! - la mujer le dio un manotazo y se encerró en su habitación. El hombre se quedó ante la puerta con una sonrisa de oreja a oreja... 
  
Comenzó a quitarse el maquillaje mientras maldecía al Miguel, al estúpido collar y a sí misma por ser tan imbécil de haber caído de forma tan tonta en su juego. 
  
(¿Pero cómo iba a saberlo? Esto es... es... ¡es imposible! Tiene que ser magia o... o vudú o...) 
  
Las lágrimas acudieron a sus ojos, cada vez le dolía más la cabeza y se tumbó en la cama completamente desnuda y exhausta. 
  
Cayó dormida casi al instante, pero no tuvo un sueño tranquilo. Las escenas de la noche anterior comenzaron a brotar en su mente una tras otra, y Belén revivía los hechos dentro del sueño, una y otra vez, como si fuese el día de la marmota. 
  
- ¡Ah! - gritó sobresaltada al despertarse. 
  
El sonido de gemidos y jadeos llegaba desde el otro lado de la puerta. Miguel debía estar viendo esos putos videos porno, y ya no se molestaba en ocultarse en absoluto... 
  
Se incorporó en la cama y se estremeció, había estado sudando durante toda la siesta y estaba empapada aunque... no era esa la única razón de su humedad... 
  
Ahora era plenamente consciente de los sucesos de la noche anterior y, aunque no quería reconocerlo, se había levantado excitada. 
  
*no puedes negar que disfrutas con ello* 
  
(¡Cállate!) 
  
*no puedes callarme, soy parte de , y cuanto antes lo asumas será mejor para todos* 
  
(¡No! ¡Tú no eres parte de mí! ¡Yo no soy así! Tengo que acabar esto como sea) 
  
Se levantó y corrió hacia el espejo, comenzó a observar de cerca el collar buscando una apertura, una rendija, una clavija... cualquier cosa que le permitiese quitárselo. Recordaba que cuando se lo puso, el cierre estaba en la parte de atrás, pero cada vez que intentaba girar el collar sus manos no la obedecían. 
  
Al principio simplemente sus manos se quedaban como inertes, sus brazos caían a los lados de su cuerpo y tenía que esforzarse en volver a levantarlos, pero después de un rato se dio cuenta de que estaba empañando ligeramente el espejo... 
  
Estaba intentando manipular el collar con su mano derecha, pero su mano izquierda por su parte estaba entretenida acariciando su coño. Ni siquiera se había dado cuenta de que había comenzado a jadear y que esa era la razón de que el espejo se estuviese empañando. 
  
(N-noooooo... ¡Para!) 
  
Y consiguió detener su mano... derecha. La siniestra no se detuvo en su tarea y los jadeos de Belén cada vez eran más evidentes.  
  
*yo soy parte de ti al igual que tú eres parte de mí. no puedes negarlo y no puedes evitarlo* 
  
(Déja...meeeeeeee) 
  
Se llevó la mano derecha a la boca y se mordió los dedos, en un fútil intento de alejarse del placer que ella misma se producía, pero el dolor, en vez de detenerla, la espoleó aún más. Al poco tiempo su cuerpo se rindió y se arrodilló en el suelo, llevando ambas manos a su sexo y abandonándose al placer. 
  
Su cara y sus tetas estaban pegadas al suelo, sus piernas abiertas y su culo alzado, mientras sus dos manos excavaban en lo más profundo de su entrepierna llevándola en pocos minutos al clímax que tan culpable la hacía sentir. 
  
Se quedó allí, acariciándose suavemente, disfrutando de los últimos estertores de su orgasmo, en silencio... 
  
(¿Silencio?) 
  
Las peores ideas pasaron por su cabeza en las milésimas de segundo que tardó en alzar la cabeza, sólo para ver que todas ellas se habían hecho realidad. Allí estaba Miguel, con los pantalones bajados y la polla en la mano, observando como Belén se había abandonado a sus más bajas pasiones. 
  
- Mírate, vas de digna pero no eres más que una sucia perra cachonda... 
  
- No... no... vete, déjame... 
  
Belén no había parado sus suaves caricias a pesar de haber visto a Miguel. 
  
- ¿Que te deje? Tendrías que besar el suelo donde piso por haberte ayudado a liberarte... 
  
- No... yo no te agradezco... yo... te agradezco... no... 
  
Belén no podía apartar la vista de la polla que Miguel meneaba ante sus ojos, era casi hipnótico. 
  
(No... ¡otra vez no!) 
  
*lo estás deseando, necesitas complacer, necesitas su polla* 
  
Belén estaba siendo plenamente consciente de como su mente volaba de nuevo y entraba en ese estado de frenesí y abandono. Cada vez sucedía más rápida y frecuentemente. Se veía a sí misma gateando hacia su compañero de piso, casi ronroneando, y no podía hacer nada para evitarlo, pero lo más preocupante es que realmente no sabía si quería evitarlo... 
  
Abrió la boca y recibió con deleite la polla de Miguel. Suspiró al notar como se introducía hasta el fondo de su garganta, forzándola hasta tener su mandíbula completamente abierta. Miguel se movía follándose la boca de una dócil y entregada Belén, que permanecía inmóvil sirviendo de alivio sexual de aquél hombre. 
  
- Eso está mejor, ¿No ves que así eres más feliz? 
  
Mmmmggghgghgh... 
  
- Has avanzado mucho en sólo dos días, pero aún luchas contra tus propios impulsos, no tienes que avergonzarte de lo que eres. 
  
*eres una puta, eres un juguete, eres un objeto de deseo, tu misión es dar placer, tu objetivo es ser usada, tu felicidad es complacer, tu placer es someterte* 
  
- Cada vez queda menos tiempo para aceptes completamente tu verdadero yo, y entonces tu vida será plena - Belén miraba a los ojos del hombre que forzaba su boca, pero no rebatía una sola palabra de lo que le decía, al revés, agarró sus tetas y las amasó, ofreciéndoselas a un Miguel que en este momento sólo parecía interesado en su boca -. Acéptate como eres y disfruta del mundo de placer y lujuria que se abre ante ti. 
  
Belén estaba a punto de llegar al orgasmo sin siquiera haberse tocado, las palabras de Miguel, la situación, su actitud, su sumisión, la voz en su cabeza... estaba en un estado de trance en el que lo único que existía era la polla que taladraba su boca y el fuego que ardía en su interior. 
  
Miguel sujetó a Belén por la nuca y aceleró las embestidas, de la boca de la mujer chorreaban colgajos de babas que no era capaz de tragar, a los que al poco tiempo se sumaron chorretones de la abundante corrida que el hombre estaba depositando en su garganta. Miguel gruñía como un cerdo en una matanza mientras descargaba en la boca de la otrora orgullosa y digna Belén. 
  
- Esta tarde van a venir unos amigos a casa a ver el fútbol - dijo Miguel, mientras se subía los pantalones -, les he hablado muy bien de ti, sé que eres una gran anfitriona, así que espero que la casa esté impecable para entonces y que les atiendas tan bien como se merecen... 
  
Y con esas palabras salió de la habitación. 
  
Belén inmediatamente volvió a masturbarse para alcanzar ese orgasmo que ya tenía a flor de piel, mientras el regusto de la leche de Miguel inundaba su boca. 
  
- ¡Ah! - exclamó Miguel, que apareció nuevamente en el quicio de la puerta con una sonrisa de oreja a oreja - me he tomado la molestia de comprarte un modelito para que lleves esta tarde, tanto para atender a mis amigos como para limpiar la casa, que la tienes echa una pocilga. 
  
Le lanzó un paquete que cayó a escasos centímetros de su cuerpo mientras ella se estremecía debido al segundo orgasmo del día, y los dos habían sido en presencia de Miguel. El hombre cerró la puerta entre carcajadas y la dejó allí sola, disfrutando de su clímax. 
  
En la soledad de su habitación, Belén se dio cuenta de que no se sentía tan culpable como antes, la situación seguía causándole vergüenza, pero el placer obtenido era tan gratificante...  
  
(¿Realmente esto es tan malo como pensaba antes?) 
  
*disfruta* 
  
(Siempre he rechazado esta actitud porque me parecía mal pero... ¿Tan malo es disfrutar libremente del sexo?) 
  
*obedece* 
  
(¿Tengo que sentirme culpable por ello?) 
  
*libérate* 
  
(¿Es malo quererme ver sexy?) 
  
*sométete* 
  
(¿Por qué necesito que la sociedad apruebe mi comportamiento?) 
  
*córrete* 
  
(¿A quién tengo que darle explicaciones de mi actitud?) 
  
*sé sumisa* 
  
(¿Qué he ganado todos estos años siendo tan estrecha?) 
  
*exhíbete* 
  
Su mente era un hervidero, pero ahora la notaba mucho más clara y despejada que esa misma mañana. 
  
Giró la cabeza entonces y contempló el paquete que le había lanzado Miguel. 
  
(Unos amigos suyos...) 
  
(Tengo que... atenderles como debo...) 
  
Comenzó a abrir el paquete. 
  
(Tengo que... limpiar...) 
  
Sus ojos se abrieron como platos cuando vio lo que su compañero había preparado. 
  
(No... no pretenderá que...) 
  
Pero su entrepierna estaba ardiendo de nuevo ante la perspectiva de lo que le esperaba. 
  
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Miguel había salido a comprar cervezas y algo para picar, estaba asombrado de cómo se estaba desarrollando la situación, y no tenía duda de que Belén haría exactamente lo que le había pedido. Sólo habían hecho falta un par de días y esa zorra estirada se había convertido en una perfecta puta obediente, al principio había sido necesario saber qué teclas tocar para hacer salir su nueva personalidad, pero esta última vez no le había hecho falta hacer absolutamente nada para que aquella golfa le comiese la polla sin poner una sola objeción ¡Incluso la puso cachonda! ¡Nada más salir de su cuarto atacó su coño como una obsesa! 
  
Estaba convencido de que aquella tarde iba a ser la gota que colmaría el vaso en la mente de Belén, y él iba a estar en primera plana para verlo. 
  
Abrió la puerta del apartamento y se lo encontró impoluto, una sonrisa acudió a sus labios ante ese hecho y se dirigió en busca de la autora de aquella tarea.  
  
La encontró en el salón, e inmediatamente su polla saltó como un resorte dentro de su pantalón a pesar de haberse corrido tan sólo un rato antes. 
  
Allí estaba Belén y, para su satisfacción, le había obedecido al dedillo. Llevaba puesta la ropa que él le había dado, que no era otra que un perverso uniforme de criada francesa del cual estaría orgullosa cualquier estrella del porno. Unos tacones negros de aguja, unas medias de rejilla a medio muslo, una falda que no llegaba a ocultar ni la mitad de su soberbio culo en cuanto se movía ligeramente, y que dejaba entrever el tanga negro de encaje que llevaba, un escote en forma de corazón que resaltaba sus enormes tetas entre la puntilla del vestido, y una cofia que coronaba su recogida melena pelirroja. El atuendo lo completaban unos delicados guantes de seda que llegaban más arriba del codo y, por supuesto, el brillante collar que la mujer no se podía quitar. 
  
El hombre tuvo que aguantar para no follársela allí mismo. 
  
- ¡Ah! ¡H-hola! - dijo Belén al percatarse de la presencia de Miguel. Parecía azorada. 
  
Miguel no quería mostrarse satisfecho ante su presa, así que puso cara de pocos amigos y comenzó a revisar la estancia minuciosamente y en silencio. Pasaba el dedo por algunos rincones y comprobaba la calidad de la limpieza realizada. La pelirroja esperaba en un lado la evaluación del hombre. 
  
(No puede tener queja, lo he dejado impecable... ¿N-No?) 
  
El hombre continuaba en silencio, regodeándose de la actitud de Belén, que esperaba sumisa y con la cabeza ligeramente agachada. Podía notar como sus tetas subían y bajaban con su respiración nerviosa. 
  
- Aceptable... - dijo al fin. 
  
Belén alzó la mirada y su cara mostró signos de contrariedad. 
  
- ¿Hay algo mal hecho? - preguntó. 
  
- Varias cosas - sentenció Miguel. En la cara de Belén se formó una graciosa y exagerada mueca de preocupación -. La primera: Has limpiado correctamente, pero todavía quedan restos de polvo en algunos lugares - mintió -. Para la próxima vez tendrás que ser más minuciosa en tu tarea. 
  
(¿Próxima vez?) 
  
- Y la segunda: esta tarde vas a tener un rol muy concreto, vas a ser la criada de la casa y como tal debes comportarte. Debes ser solícita y atenta con todos los comensales y por supuesto, a mí, el señor de la casa, me debes tratar como tal y dirigirte a mí como "señor". 
  
(¿El señor de la casa? P-pero... si la casa es mía...) 
  
*obedece* 
  
(Ser... ¿la criada?) 
  
*sométete* 
  
(Debo comportarme... como... ) 
  
*una puta* 
  
- S-sí, señor - contestó finalmente, agachando la cabeza. 
  
*eso es* 
  
Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en ser la criada de Miguel y sus amigotes. Llevaría ese vestido ante ellos y tendría que comportarse de forma solícita y atenta... Y no hacía falta tener la cabeza despejada para saber qué significaba eso... 
  
- ji... jijiji... - se le escapó a Belén entre los labios. 
  
- ¿Decías algo? 
  
- ¡¿Eh?! ¡No! No... señor... 
  
- No me gusta que me interrumpa el servicio... - Miguel se estaba viniendo arriba viendo como Belén se dejaba llevar - Mete esto en la nevera - dijo, señalando las bolsas que había dejado en el suelo -, y termina de limpiar, mis amigos llegaran pronto y debe estar todo perfecto. 
  
- Sí, señor. 
  
Miguel salió de la habitación no sin antes echar una mirada atrás para ver como Belén recogía las bolsas agachándose sin doblar las piernas, dándole una perfecta visión de su culo y su coño. Le pareció ver que Belén le miraba de reojo para comprobar su reacción. 
  
"En vaya zorra te has convertido, Belén" pensó. 
  
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Gonzalo, Javier y Matías habían quedado en la boca de metro para ir todos juntos a casa de Miguel. No solían ir mucho allí, porque según palabras del mismo Miguel "su compañera es una arpía inaguantable". Alguna vez habían coincidido con ella estando allí y, aunque era verdad que era un poco seca con Miguel, no les había parecido tan mala, pero aun así su amigo solía invitarles cuando ella se ausentaba. 
  
Tocaron el timbre del portal y rápidamente les abrieron la puerta sin preguntar. 
  
Mientras subían las escaleras iban comentando entre ellos qué sorpresa les había preparado Miguel, no les había dicho nada más, pero había sido muy insistente en ver el partido en su casa. 
  
- Tengo una sorpresa preparada, ya veréis como no os arrepentís - les dijo. 
  
DING DONG. 
  
Gonzalo tocó el timbre de la puerta y la mandíbula se le cayó al suelo cuando se abrió. A él y a sus dos amigos. Ante ellos se encontraba Belén con el perverso uniforme que le había asignado Miguel. 
  
- Bienvenidos - dijo la mujer -, pasen por favor. 
  
Los hombres se miraron atónitos e hicieron caso a la invitación de la mujer, entrando hasta el salón donde les esperaba su anfitrión. No la habían visto muchas veces, y menos de esta guisa, pero no se le escapó a ninguno que aquella criada era Belén, la dueña de la casa. 
  
- ¡Hola chicos! - saludó alegre Miguel. 
  
- Pero... ¿Qué...? - balbuceó Matías. 
  
- ¡Vamos, vamos! No os quedéis ahí y pasad, ¡poneos cómodos! ¿Queréis algo de beber? Belén, trae unas cervezas para mis invitados. 
  
- En seguida, señor - contestó solícita la criada desde detrás de ellos. Después se dirigió a la cocina. 
  
Los tres amigos se miraban confundidos, ¿Qué estaba pasando allí? 
  
- ¿Qué es esto, Miguel? - preguntó Gonzalo en voz baja - ¿Ésta no era tu casera? ¿La que decías que era zorra fría y sin escrúpulos y que te trataba fatal? 
  
- Y no te haces una idea de lo zorra que ha resultado ser - sentenció Miguel ante la pregunta de su amigo -, y ahora ha aprendido a tratarme correctamente - Miguel guiñó un ojo a sus amigos de forma cómplice. 
  
Estos no se creían lo que estaban viendo, tenía que ser una broma de su amigo o algo así... Las veces que habían visto a Belén siempre había vestido de forma correcta y elegante, y no como una... 
  
- Aquí tienen - interrumpió la pelirroja. 
  
Traía una bandeja con cuatro botellines fríos, que repartió y destapó uno a uno mientras los repartía. Los hombres no podían evitar que sus ojos se desviasen hacia el pronunciado escote de la mujer, pero a esta no parecía importarle, una tonta risita se escapó de sus labios cuando terminó de servir. 
  
- ¿Quién creéis que ganaremos hoy? - preguntó Miguel, como si todos los días una voluptuosa mujer medio en pelotas le atendiera como su sirvienta. En cambio, Gonzalo, Javier y Matías no salían de su asombro, Belén había dejado la bandeja a un lado y se había situado en un rincón de la sala, con las manos cruzadas sobre su regazo y la cabeza gacha - ¡Eh! - Miguel chascó los dedos ante ellos - ¡Os estoy hablando! 
  
Javier le miró. 
  
- En serio, Miguel, ¿De qué va todo esto? - preguntó. 
  
Miguel resopló haciéndose el interesante, aunque por dentro estaba encantado de fardar así delante de sus amigos. 
  
- No va de nada, Javier, simplemente Belén se ha ofrecido a atendernos adecuadamente esta noche, ¿Verdad? 
  
- Sí señor. 
  
- Es una casera estupenda y ha querido tener el detalle de mantener cubiertas todas nuestras necesidades - el cambio de entonación de la palabra "todas" no pasó desapercibido a ninguno de los invitados, ni tampoco la estúpida risita (jijiji) que escapó de la boca de la sirvienta -, así que no os cortéis y pedidle cualquier cosa que queráis. 
  
Un silencio flotó por el salón. Los amigos de Miguel creían haber entendido el sentido de las palabras de su anfitrión, pero no era posible que fuera así... ¿o sí? 
  
Matías, se decidió a pedir algo, aunque sólo fuera por ver hasta dónde llegaba la broma. 
  
- Belén, ¿puedes traer algo de picar? - dijo. 
  
- En seguida, señor. 
  
Un escalofrío recorrió la nuca de Matías al ver como la mujer se daba la vuelta y se dirigía directa a la cocina. Al darse la vuelta la diminuta falda que llevaba se levantó con el vuelo y todos pudieron ver el espléndido culo de Belén enfundado en un tanga negro de encaje. Si de verdad era una broma lo estaban llevando demasiado lejos... 
  
La mujer trajo unos cuencos con patatas fritas, aceitunas, cortezas y cacahuetes y los depositó con cuidado sobre la mesa de centro que había entre ellos y la televisión. Lo hizo sin doblar las rodillas, haciendo que su falda se levantara y su culo se mostrase de nuevo. 
  
Miguel veía satisfecho como a sus amigos se les caía la baba con Belén, pero también veía que estaban demasiado cortados y no iban a ir a más, así que magreo ostentosamente el culo de la mujer y después le soltó un sonoro azote. Belén simplemente dio un pequeño respingo y soltó una nueva risita ante la perplejidad de los invitados, que empezaron a pensar que aquello podía tener algo de cierto. 
  
La mujer se quedó esperando en su rincón mientras los hombres hablaban entre ellos haciendo tiempo para que empezara el partido, parecía que Belén había desaparecido de sus conversaciones, pero cada poco tiempo se les escapaban miradas furtivas hacia las curvas de la sirvienta. Cuando acabaron las cervezas le pidieron más, y tras esas otra ronda más.  
  
El partido empezó, y con ellos las cervezas volaban, y cerveza a cerveza los invitados se envalentonaban más en su actitud hacia Belén. Ya no ocultaban las lascivas miradas que lanzaban a la sirvienta, el tono con el que se dirigían a ella también había cambiado, y al poco tiempo las manos de los hombres comenzaron a hacer furtivas incursiones sobre el cuerpo de la pelirroja. 
  
El primero fue Javier que, mientras Belén servía una cerveza a Matías, se aventuró a sobar la nalga izquierda de la mujer. Ante la permisividad de ella emuló a Miguel y azotó a la criada. 
  
Matías y Gonzalo miraron fijamente la acción mientras se quedaron en un silencio completo. "Aquí se acaba la broma" pensaron, y esperaron a ver como la mano de Belén volaba y le cruzaba la cara a su amigo. Pero eso no pasó. En su lugar, Belén sonrió y les guiñó el ojo de forma pícara. 
  
Y eso fue el pistoletazo de salida. Los tres amigos empezaron a hacer caso omiso del partido y a centrar su atención en la mujer que les atendía. Comenzaron a sobar su culo, sus muslos, sus tetas... todo ante la mirada satisfecha de Miguel que veía como su compañera de piso se dejaba magrear por sus amigos. 
  
Belén estaba agitada, los sobeteos y la perspectiva de cómo iba a acabar la noche la tenía cada vez más caliente. En los escasos momentos en los que se quedaba esperando en su rincón frotaba sus muslos con disimulo. 
  
Una de las veces que trajo una nueva cerveza, Miguel apartó su tanga e introdujo de golpe un dedo en su culo y otro en su coño. Belén se sobresaltó y dejó caer la cerveza sobre las piernas de Matías. 
  
- ¿Qué haces? - gritó éste, enfadado. 
  
- ¡L-lo siento! Yo... Mmmmmm  ¡Lo siento, señor! - Mascullaba nerviosa la mujer mientras Miguel movía sus dedos dentro de ella. 
  
- ¡Me has puesto perdido! - Matías se levantó y, efectivamente, su pantalón estaba chorreando de cerveza - ¿Ahora voy a estar así toda la tarde? 
  
- N-no, por favor, déjeme que se lo limpie... 
  
Belén comenzó a desabrochar los pantalones de Matías para llevarlos a lavar, pero se detuvo en seco al ver la enorme tienda de campaña que había bajo ellos. Inconscientemente, la mujer se relamió. 
  
- ¿Por qué paras, estúpida? - le gritaba Matías, fuera de sí debido al alcohol. 
  
- Un momento, Matías - dijo Miguel, sacando los dedos del interior de la sirvienta -, tampoco hay que ponerse así, ¿verdad? Todo en esta vida tiene solución - Belén no apartaba ojo del enorme bulto de Matías -, Belén, convendrás conmigo en que has hecho mal tu trabajo. 
  
Belén miró a Miguel, compungida. 
  
- S-sí señor... yo... l-lo siento... 
  
- Pero con sentirlo no sirve. Si no recibes una reprimenda nada me hará pensar que has aprendido la lección, ¿Cierto?. 
  
- Sí, señor. Me merezco una reprimenda. 
  
- Y, ¿No crees que es justo que sea Matías, el damnificado, el que te la dé? 
  
- Sí, señor. Sería lo correcto - contestó Belén mientras bajaba la cabeza. 
  
- Matías, ¿Te parecen bien diez azotes? - continuó Miguel. Sus amigos miraban atónitos, pero Matías, oliendo a cerveza y con los pantalones medio bajados estaba fuera de sí. 
  
- Mejor veinte - dijo. 
  
- Serán diez - concluyó el anfitrión, severo -, tampoco queremos dejar al servicio inutilizable - La pronunciación de esa última frase no dejaba dudas a qué tipo de uso le iban a dar al servicio después - . Belén, apoya las manos en el borde de la mesa y muestra tu culo a Matías. Quiero que le pidas perdón por cada azote que te dé. 
  
- Sí, señor. 
  
La pelirroja se colocó en posición, nerviosa pero inevitablemente excitada, había aprendido que el dolor acababa llevando al placer, y no estaba asustada de él. 
  
- Esperad un momento - dijo Miguel, saliendo de la sala -, no empecéis sin mí. 
  
Los tres amigos se quedaron en silencio, digiriendo la tensa situación, observando cómo Belén había ocupado su posición de castigo sin rechistar, ¿De verdad la iban a azotar? En esa posición no quedaba nada a la imaginación, y todos podían ver su voluminoso culo, incluso, podían llegar a oler el aroma que brotaba de su entrepierna... Estaba claro que esa zorra estaba disfrutando... 
  
Miguel apareció por la puerta con una pala de ping pong. 
  
- Toma, usa esto - dijo, tendiéndosela a Matías. 
  
El hombre la cogió y se quedó mirándola, aún algo incrédulo. Después miró el redondo y expuesto culo de Belén, levantó lo que le podía molestar de su falda y asestó el primer golpe. 
  
¡PLAS! 
  
- ¡Ah! ¡Lo siento! 
  
El golpe había resonado en toda la sala, y la nalga de la mujer no tardó en enrojecerse. 
  
¡PLAS! 
  
- ¡Lo siento! 
  
¡PLAS! 
  
- ¡Lo siento! 
  
Belén no dudaba en obedecer a Miguel y pedir perdón tras cada azote. Uno tras otro cayeron sobre su culo, que ya comenzaba a arderle, pero ella no se quejó, se había portado mal y debía ser castigada, debía someterse y obedecer... 
  
¡PLAS! 
  
- ¡L-Lo siento! 
  
El último golpe había llegado y Matías se detuvo, miró a Miguel y le tendió la pala. 
  
- Espero haber hecho que aprendiera la lección - le dijo. 
  
- Seguro que sí, aunque parezca estúpida esta zorra es muy lista y sabe lo que le conviene - Se acercó a la cara de Belén y pudo ver las lágrimas en sus ojos -, Te ha dolido, ¿Verdad? - le susurró. 
  
- Sí, señor. 
  
- Pero no has podido evitar ponerte cachonda... 
  
- ... No... No, señor... ji...jiji... 
  
- ¿Crees que esto es suficiente para compensar a mi invitado? ¿O piensas que todavía tienes que darle algún tipo de atención? 
  
La vista de Belén se nubló ligeramente, dejó escapar un sutil gemido y respondió. 
  
- No, señor, todavía no es suficiente... Yo... Todavía tengo que... jiji... atender a su invitado jijiji 
  
- No me decepciones. 
  
Belén se dio la vuelta y se arrodilló ante Matías, terminando de bajar sus pantalones. 
  
- Si me permite, señor. 
  
Y sin más palabras bajó también sus calzoncillo y liberó la enorme y dura polla del hombre. En cuestión de segundos estaba engullendo aquel enorme falo con verdadero deleite, acompañándose de las manos para acariciar las peludas pelotas de Matías. 
  
Gonzalo y Javier estaban inmóviles e incrédulos, ¿En qué tipo de fantasía perversa habían entrado? 
  
- Vamos, chicos, no os cortéis u os quedaréis sin vuestra parte - dijo Miguel, bajándose los pantalones y situándose al lado de Matías.  
  
Rápidamente Belén agarró su miembro con una mano y comenzó a masturbarle y a alternar su boca entre una polla y otra. 
  
Gonzalo y Javier se miraron y en segundos imitaron a Miguel. Las cuatro pollas se erguían alrededor de una exultante Belén que parecía no dar a basto ni tener suficientes manos. 
  
A nadie le importaba ya el partido. 
  
La sirvienta pelirroja se afanaba en satisfacer a los cuatro hombres, su boca y sus manos cambiaban de objetivo a menudo pero, al parecer, a los hombres no les parecía suficientemente rápido. Para solucionarlo comenzaron a ocuparse de otras zonas del cuerpo de la mujer, sus tetas fueron rápidamente expuestas y liberadas de la opresión del vestido de sirvienta, y su tanga acabó arrugado y oliendo fuertemente a sexo en un rincón de la sala. 
  
Belén notaba como su mente entraba en el mismo estado de satisfacción y felicidad plena que la noche anterior, independientemente del placer físico que estaba recibiendo, se sentía plena, útil y deseada. Su coño y su culo, hasta hace poco virgen, fueron objetivo primordial de aquellos hombres que la usaron como un mero juguete sexual durante horas. Ella actuaba según sus deseos y sus órdenes sin importarle su integridad física, fue nuevamente azotada por diversión, pellizcada y vejada. Su minúsculo atuendo acabó lleno de todo tipo de fluidos, tanto propios como extraños. Por supuesto toda la sesión fue grabada en vídeo para disfrute de los participantes, y Belén fue "obligada" a decir todo tipo de obscenidades y declaraciones que nunca antes habría pensado llegar a pronunciar. 
  
Los tres amigos de Miguel y el propio Miguel disfrutaron ampliamente del morboso cuerpo de la mujer, haciendo realidad todas las fantasías que se les pasaban por la cabeza, hasta que todos acabaron agotados y vacíos, todos menos Belén, que se sentía completamente rellena por cada uno de sus agujeros. 
  
Gonzalo, Javier y Matías se despidieron de Miguel con la promesa de volver a repetir la velada, casi sin creerse todavía que habían tenido a su completa disposición a una auténtica diosa del sexo. 
  
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Al contrario que la mañana anterior la cabeza no le dolía y, también al contrario de la noche anterior esta vez se acordaba dolorosamente de todo lo sucedido. Intentó moverse y se dio cuenta que le dolía cada fibra de su ser, se incorporó lentamente y, ayudándose de la mesita que tenía cerca, se levantó. Notó que algo caía y oyó un primoroso sonido metálico rodando por el suelo, ¿Qué se había caído? 
  
¿Qué más daba? A saber que perverso aparato habían usado con ella esos cerdos y se habían dejado olvidado. 
  
El uniforme que había llevado la noche anterior estaba tirado en un rincón, lleno de semen, babas y Dios sabe qué más. Podía notar además como chorretones de lefa salían de su coño y su culo al levantarse, no se le escapaba tampoco la tirantez de la piel de su cara y su pecho, debido a los restos resecos que tenía allí. y su pelo... ¡Incluso su pelo! 
  
Las lágrimas acudieron a sus ojos y lloró desconsolada en soledad. Se abrazó a si misma para no sentirse tan desnuda, y entonces notó algo extraño. Se notaba más... pequeña. 
  
Algo hizo click en su cabeza y se lanzó al suelo desesperada, buscando con ahínco el objeto que había caído al levantarse, ¿Sería posible...? 
  
(¡Sí! ¡Ahí está!) 
  
El infernal collar que había llevado puesto desde hacía unos días sin posibilidad de quitárselo. Había quedado tirado debajo del sofá, lanzando pequeños destellos retadores con la poca luz que le llegaba. 
  
No se intentó tocarlo, ni siquiera se atrevió a acercase. Salió corriendo hacia su habitación para confirmar sus sospechas y se detuvo frente a su espejo. 
  
Allí estaba. 
  
Belén. 
  
La auténtica Belén que había sido hasta el aciago momento en el que se puso ese odioso collar. Todo estaba en su sitio, su altura, sus tetas, su culo, sus piernas, ¡Incluso su barriguita! 
  
Comenzó a reírse sola, la alegría la embargaba, e incluso se olvidó de los restos que cubrían su cuerpo. El cansancio desapareció, se sentía plena y satisfecha, al fin había conseguido salir de aquella pesadilla. Se metió en la ducha y estuvo bajo el agua casi durante una hora, sintiéndola recorrer su cuerpo (¡Su cuerpo! ¡Su auténtico cuerpo!) y llevándose con ella las impurezas y los malos recuerdos. 
  
Todo había acabado. Al fin volvería a ser ella misma y haría que ese cabrón de Miguel lo pagase caro. 
  
Salió de la ducha y abrió su armario, se abrazó a su antigua ropa, eligió un sobrio conjunto de pantalón y chaqueta y se dirigió al trabajo. 
  
Todo volvía a ser normal. 
  
Todo. 
  
En el trabajo volvió a ser la mujer aplicada y trabajadora que no llamaba la atención, la gente no la molestaba y la dejaba tranquila. Se cruzó con Marcos a la hora de comer, pero éste apartó la mirada avergonzado. Mejor. Mientras menos contacto tuviese con lo que había pasado ese fin de semana más tranquila estaría. 
  
Llegó a casa y todo volvía a su cauce: la casa estaba hecha un asco y Miguel no estaba allí para reprenderle. Pero no le importó. Todo estaba en su sitio. Todo era normal. 
  
Los días pasaron y Miguel se dejaba ver poco por casa. 
  
(Tiene miedo de acercarse a mí, y no me extraña, ese cabrón me las va a pagar) 
  
Las jornadas de Belén eran tal y como ella había deseado siempre, pasaba la mañana y parte de la tarde en el trabajo sin que nadie la molestara, llegaba a casa y pasaba la tarde a sus cosas, viendo alguna peli o alguna serie. En un momento de relajación, antes de acostarse, le pareció oír la puerta de la calle y después, lentamente, la de la habitación de Miguel. Sonrió para sí, disfrutaba pensando en lo asustado que tenía que estar el hombre de encontrársela y pensó en alargar la situación, total, en ese momento tampoco tenía ganas de bronca... 
  
Algunas veces, se despertaba a mitad de la noche empapada en sudor. Los recuerdos de aquellos sueños eran borrosos, como tras una espesa niebla rosa que no la dejaba ver más allá de dos palmos. Pero ella sabía qué recuerdos eran... lo sabía perfectamente... y no era solamente de sudor por lo que se levantaba empapada... 
  
Los días pasaban y poco a poco se comenzó a sentir apartada de todo, parecía que nadie la hacía caso y pasaba totalmente inadvertida ante sus ojos. Se sorprendió a si misma yendo una tarde al centro comercial, deambulando sin aparente rumbo, o eso creía hasta que se vio frente a la tienda de Estrella. No se atrevió a entrar, simplemente observó desde lejos como ella atendía a una clienta, con su inconfundible estilo pin-up y su desparpajo. Observó los maniquíes y los conjuntos que vendía, ¿Cómo podía haberse comprado algo como eso? 
  
Se fue de allí directa a casa y con un estupendo plan que siempre la había animado: Amelie y una enorme tarrina de helado de vainilla.  
  
Era el plan perfecto para el viernes. 
  
Apagó las luces del comedor, se arropó con una esponjosa manta y, cuchara en ristre, comenzó a ver la película y dar buena cuenta de la tarrina. 
  
Pero su cabeza no dejaba de pensar en una cosa... 
  
Al día siguiente de despertar como ella misma de nuevo, cuando volvió del trabajo, invirtió toda la tarde en limpiar el comedor. No podía estar tranquila pensando en los fluidos que habría por todos los lados. Incluso tiró directamente las fundas del sofá y las cambió por otras nuevas. Lo que no tiró (Dios sabe por qué) fue el estúpido uniforme de porno chacha. Lo lavó, lo planchó y lo guardó.  
  
Lo que no osó tocar fue el collar. 
  
Allí seguía, frío y distante, debajo del sofá, titilando ante cada destello de luz que llegase a sus dominios.  
  
La mente de Belén viajaba una y otra vez al collar, ¿Sería capaz de quitarlo de allí en algún momento? ¿Sería capaz de no quitarlo y convivir con ello? Las dos opciones le parecían malas... 
  
Durante el corto periodo de tiempo en el que se había convertido en una bimbo descerebrada se había odiado a sí misma, y había maldecido mil veces el momento en el que se puso aquél maldito collar, pero...  
  
Pero tenía que reconocer que vivir la vida de otra manera había sido... interesante. Era innegable que había disfrutado abiertamente del sexo durante esos días, se había abandonado al placer y a la lujuria, y había tenido sensaciones que jamás había soñado. Había llegado a pensar que a lo mejor había estado equivocada en renegar de ciertas cosas... 
  
(¡No! ¿Qué estás diciendo? El fin de semana pasado me convertí en una muñeca sin poder de decisión, que sólo se movía por impulsos y deseo, además de ser un jodido juguete sexual para el gilipollas de Miguel, ¿Qué tiene eso de bueno?) 
  
Había pasado ya la mitad de la película y la mayor parte de la tarrina había volado, pero Belén seguía sin ser capaz de prestar atención a lo que estaba haciendo. 
  
¿Tan malo había sido realmente? En realidad nadie la había obligado a nada... 
  
(¿Que no me habían obligado? En circunstancias normales nunca me habría comportado así) 
  
Y también... en circunstancias normales nunca habría disfrutado tanto... 
  
Se mordió el labio y lanzó en voz alta un improperio. ¡Ya tenía lo que quería! Su vida había vuelto a ser lo que era, tan controlada, tan normal, tan rutinaria, tan... sosa. 
  
No podía negar que había sido agradable atraer las miradas y los pensamientos de los demás, no pasar desapercibida y ser el centro de atención. Nunca hasta entonces se había sentido así... 
  
(¡Basta! ¡Tengo que acabar con esto!) 
  
Belén se levantó y dejó la tarrina a un lado, tenía que enfrentarse a ello, sabía que mientras el collar estuviese allí no podría dejar de pensar en él, pero... ¿De verdad quería deshacerse de él? 
  
(¡Claro que sí! Por mucho que disfrutase en parte... por mucho que, aunque quiera negarlo, hubieran cosas que me gustaran de ser así, de ser lo que siempre he despreciado... no... no puedo volver a eso, a perder el control, a dejarme llevar así... no puedo volver a ser...) 
  
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UNOS DÍAS ATRÁS 
  
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Miguel despidió a sus asombrados y satisfechos amigos y cerró la puerta, cansado y aliviado de que todo hubiese salido tan bien. Había sido perfecto, Belén había actuado tal y como había planeado, y había llegado a ser una completa esclava de sus deseos. Se dirigió al comedor a ver como había quedado el campo de batalla y a echarle una última ojeada a su nueva sirvienta cuando se quedó paralizado, ¿Qué había pasado? 
  
Belén estaba tendida en el suelo, pero no era la Belén que estaba allí hace diez minutos, al menos no del todo. Su cuerpo estaba cambiando y volviendo a ser como era antes de ponerse el collar... collar que ahora descansaba sobre su pecho, se le debía haber soltado sólo... 
  
Se lo habían advertido, que si el sujeto alcanzaba su límite el collar le liberaría, pero también le habían dicho que el cambio era inevitable. Creía que todo su juego iba a haber durado más tiempo, que habría podido disfrutar más de ella...  
  
Un sudor frío recorrió su nuca, ¿Se acordaría de algo? Si era así, podía darse por muerto... Lo mejor sería que la evitara en la medida de lo posible, intentara buscarse otro piso y se fuera de allí, no quería ser objeto de su furia... 
  
Pasó toda la semana llegando y saliendo a los horarios que sabía que Belén no estaría, estaba realmente asustado. 
  
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PRESENTE 
  
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Era bastante tarde, esperaba con todas sus fuerzas que Belén estuviese cansada de trabajar y se hubiese ido a dormir. Abrió el portal y subió las escaleras paso a paso, como si cada escalón le acercase un poco más al patíbulo. 
  
Respiró hondo y pegó la oreja a la puerta: no se oía nada. Introdujo la llave despacio, intentando no hacer ruido para no despertar al dragón, abrió la puerta y las llaves se le cayeron al suelo. 
  
- Buenas noches, señor, ¿Puedo ayudarle en algo? 
  
Allí estaba Belén, pero de una forma que nunca hubiera esperado. Había vuelto. 
  
La pelirroja esperaba ante la puerta con toda la voluptuosidad que había llegado a alcanzar el fin de semana pasado, con el uniforme de criada perfectamente equipado y... con el collar engarzado en su cuello. 
  
Miguel sonrió, sabiendo lo que aquello significaba, entró en el recibidor y cerró la puerta tras él.